¡Los alumnos se portan fatal en clase! Son como el mar embravecido. ¿Quién puede con ellos? ¡La maestra, por supuesto! Ella toca su guitarra y el salón vuelve a la calma. Lástima que en casa aún la espera otra tormenta: entre una hija con demasiada tarea y un esposo medio gruñón le harán demostrar por qué es un capitán.
Esta profesora, como tantas otras, enseña y aprende con sus alumnos, porque en su trabajo no termina cuando suena la campana.